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Revelación

Hace prácticamente unos minutos decidí que iba a leer un poco de poesía. Ya a varias horas de sucedido el crepúsculo, sobre todo los domingos, a veces sucede que quiero privarme de los largos párrafos y los numerosos sucesos de sus personajes e intercambiarlos por el arte de Neruda, arte que en algún mediodía de quinto de secundaría yo había descubierto (tal vez no quería recordar a Neruda sino a mi propio yo del 2013). Revisé en mi repisa de libros los que eran de él y mi mano llegó hasta un tomo de sus obras completas. Mientras lo sostenía y observaba, recordé que era de mi abuelo; no sé si deba sentir algo por el hecho de haberlo hurtado hace años del montón de libros que tenía apilados caóticamente en su estantería del cuarto del fondo, recién me acabo de percatar que aún estaba aquí. Luego lo abrí en la primera página, que es toda blanca, y vi un garabato que es evidentemente mío, es como una espiral deforme que abarca un tercio de la página, lo recuerdo sin ningún problema: cuando era niño y miraba con rara enajenación su estantería, llegué a ver el libro con la misma marca y recordaba que lo había hecho yo, lo sacaba con cuidado, como volviéndome a encontrar con él y me decía que ese era el libro al que le había hecho el garabato cuando era más pequeño. En la segunda página se puede ver que la edición es del 2000 y que ha sido editado por el Comercio; haciendo el cálculo yo tenía cuatro años cuando inició éste siglo, cuatro años cuando vi el libro en la mesa y lo marqué. Mis recuerdos sobre el momento preciso de la marca fueron rápidamente desechados porque no recuerdo nada, sólo puedo recordar que las innumerables veces que lo he cogido he reconocido mi autoría.

Todo esto me estaba haciendo recordar a algo que había leído en un cuento de Borges, en el que citaba o parafraseaba (la verdad es que no recuerdo) una tesis de Schopenhauer; ésta sostenía que todo lo que podía ocurrirle a un hombre, es decir a donde quiera que vaya durante toda su vida, el camino ya ha sido prefijado por él en el momento de su nacimiento. Como tener preparada la película y simplemente dejarla reproducir. Pensé que el garabato que había hecho yo de pequeño era en realidad una señal para el futuro, deduje que una espiral es comprensible porque otro testamento no puede dejar un niño de cuatro años. En aquel momento ésa era mi único lenguaje.

Años más tarde estoy aquí con el libro y con el poeta que marcó una etapa de mi vida, con el amigo que un día me llevé luego de observarme por tantos años, luego que me indujera con ese mensaje misterioso. Aunque ya no será misterioso porque descubrí el misterio. Estoy seguro que debe haber más marcas que yo mismo he ido regando desde mis primerísimos años, esos años de los cuales misteriosamente uno guarda pocos recuerdos.


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